Su primer escenario
fue una cuna mugrienta
de maderas podridas
con clavos oxidados
muchos ya sin cabeza
y azules en el centro
sosteniendo su mínima
dolida humanidad.
Después el decorado
de insultos y peleas
gratuitos cachetazos
sobre un piso de tierra
amasijo de trapos
con olor a pichí
receptorio de broncas
y miradas vacías.
De caricias no hablemos,
eso es cosa de trolos
hay que tratar de ser
de todos el más fuerte
bancarse los abusos
la sarna los piñazos
intentar que te importe
tres carajos la muerte.
El resto de la obra
se rodó en exteriores
y al correrse aquel sucio
telón de plastillera
el plancha salió al mundo
a cobrarte su historia
equipado con cumbias
con pasta y con paciencia.
Seguro que si un día
te encontrás por las calles
con su flaca figura,
con su oscuro silencio,
no dudará un segundo
de que está en su derecho
de ponerle un impuesto
lo más alto posible
a tu odiosa insultante
pesada indiferencia.
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on jueves, marzo 27, 2008
at 9:41
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